En el cuento aparece un monstruo marino de treinta metros de largo y millones de años de antigüedad. Hace presencia ante McDunn, curtido en mares, y el pequeño Johnny, encargados de un faro costero dotado con una sirena a la que el animal responde con gritos ensordecedores. Cuando el chico vio al bicho por primera vez:
– Calma muchacho, calma– musitó McDunn.
– ¡Es imposible!– dijo el joven.
– No, Johnny, nosotros somos imposibles. Él es lo que era hace diez millones de años. No ha cambiado. Nosotros y la tierra cambiamos, nos hicimos imposibles. Nosotros.
De 'Las doradas manzanas del sol', Ray Bradbury